top of page

1 imagen

Joe Schwarz

             1000 palabras

Elsa Ricq

           

   

 

       

 

     Recién terminada la partida de cartas, en la que el abuelo había tratado de enseñar a su nieta a jugar al Continental, sin éxito, la niña se pone a construir un castillo de naipes, que la corriente de aire que sopla por la ventana entreabierta destruye con sutileza.

 

     Su abuelo se levanta a cerrarla; aquel aire fresco del inicio del otoño le resultaba agradable, pero no quería que la niña se resfriara, aun descalza y mojada del baño como estaba.

 

-Nayra, ven a poner la mesa. En 10 minutos cenamos.

 

     Era una de las primeras veces que su nieta se quedaba a dormir en su casa de la playa, por desgracia la propiedad la habían adquirido sus padres cuando él era un niño y, aunque habían realizado varias reformas desde entonces, seguía trayéndole una infinidad de recuerdos de su infancia. Cada vez que alguno de estos recuerdos florecía en su mente, sus ojos adquirían un brillo que pocas veces se dejaba entrever.

 

     Esta semana, que los padres de la niña se habían ido a dar una conferencia a Paris, era la ocasión perfecta para que Nayra pasara unos días con su abuelo, cosa que no le podía hacer más feliz. Habían pasado ya tres años desde la muerte de su mujer y, aunque lo había superado y asumido desde entonces, el tener compañía, y más la de su nieta nunca estaba de más.

Nayra siempre había sido una niña muy alegre y risueña, desde que era un bebe, y ahora, con 7 años recién cumplidos no había cambiado. Estaba entusiasmada con sus primeros exámenes, repitiendo una y otra vez a su abuelo que iba a tener que ayudarla a estudiar.  Pero él no sabía inglés. Aunque fueran sólo las palabras más básicas que les puedas enseñar a unos niños de primaria; el nunca aprendió aquel idioma. En su escuela le enseñaron francés, que por entonces llego a dominar a la perfección, pero del que ya poco o nada recordaba.

 

      Un olor a quemado le despertó repentinamente de sus pensamientos. Se levantó todo lo rápido que su cuerpo le permitía y comprobó que, para su alivio, había llegado justo a tiempo antes de que tuvieran que cenar una de las muchas latas de comida precocinada que había en su despensa.

Al llegar al comedor, la mesa ya estaba puesta, con los cubiertos cambiados de posición y con copas en lugar de vasos, pero puesta. Además había colocado cuidadosamente una flor en cada plato, como decoración.

 

-Nayra, la mesa esta preciosa.

 

-Gracias; no encontraba la jarra así que falta el agua.

 

-¿Agua? Yo creo que con estas copas tan bonitas que has puesto deberíamos de tomar más bien vino.

 

      Fueron juntos a por el zumo de grosella. A los niños les encanta ser mayores, aunque solo sea por un momento.

Después de cenar, ya recogida la mesa y puesto todo en el fregadero, se dijo que mejor fregaría todo al día siguiente. Su hijo ya le había dicho varias veces que se comprara un lavaplatos y la verdad es que había empezado a replanteárselo

Subieron a las habitaciones a acostarse; siempre que había invitados dormán en el cuarto de su hija menor, que hacía ya mucho tiempo que había dejado de vivir allí. Pero pensó que sería mejor mover el colchón hasta su dormitorio y que la niña durmiera junto a él.

Ya acostada, como todos los niños hacían, le pidió que le contara un cuento.

El abuelo fingió coger un libro imaginario de una estantería imaginaria y comenzó a contar la historia de su vida.

 

-Erase una vez…

bottom of page